A Dora sólo le bastó una mirada para comprender que había encontrado al hombre que la haría infeliz el resto de su vida...
Dora custodiaba las oficinas de su patrón cuando un hombre tan altanero como atractivo intentó ingresar al edificio sin registrarse en la recepción. Al pedirle su identificación, él la ignoró y siguió de largo hacia los ascensores. Fue entonces cuando Dora lo inmovilizó y encañonó, sin saber que se trataba de Juan, el hijo de doña Antonia Urdaneta, dueña de la empresa, y hermano de Alejandro, quien regresaba del extranjero para ocupar la vicepresidencia. Dora quiso morirse cuando lo supo.
Alejandro, ante la desesperación de no poder controlar a sus hijas todo el tiempo, decide contratar alguien que se haga cargo de la seguridad de su hogar. Dora es informada por su jefe de la oportunidad que se le puede presentar al trabajar como guardaespaldas en la casa de Alejandro Urdaneta.
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